jueves, 22 de septiembre de 2022

EL DRAMÁTICO FIN DE JEAN LUC

 

EL DRAMÁTICO FIN DE JEAN LUC

Chaly Urquizo
 
Chartres, verano de 1999

En el pequeño y discreto restaurante frente a la fachada principal de la catedral gótica de Chartres, Brigitte y Claude se saludan con un fraternal y sentido abrazo. Pasaron seis meses del dramático fin de Jean Luc y dedican una copa de vino a su memoria, sin intentar disimular su intenso pesar por la partida de su amigo y colega. De alguna manera ambos se sienten causantes del desenlace que puso fin a la vida de Jean Luc en Argelia, hace medio año.

Mientras esperan la cena se ponen al día en sus asuntos personales. Aunque tienen contacto laboral cada semana, ella en el trabajo de campo en el norte de África y él dentro la burocracia de la Agencia de Cooperación en París, en esta oportunidad necesitan hablar de ellos mismos.

—Esta catedral, esta plaza, este lugar me llevan a la infancia. Aquí nos conocimos con Jean Luc cuando éramos niños, seguimos unidos en la universidad y juntos entramos a la Agencia — rememora Claude.

—Los conocí cuando entré a la Agencia como pasante y poco después ustedes me invitaron para ir de voluntaria al África. Eso fue hace más de veinte años. Poco después supe que Jean Luc renunció y perdí contacto con él, hasta que nos encontramos hace medio año en Argelia —, recuerda Brigitte

—Al principio mantuvimos contacto, pero con los años era cada vez con menos frecuencia. Supongo que el tiempo que trabajaron juntos en Argelia, Jean Luc te puso al tanto de los motivos de su renuncia y su vida posterior. A riesgo de decirte lo que tú ya debes conocer, te contaré brevemente lo que pasó: La esposa de Jean Luc resultó una exitosa profesora de la universidad y cuando a él le correspondía una misión de cinco años en el exterior, ella le dijo que se quedaba en París. Entonces Jean Luc dejó la Agencia para apoyarla en su carrera. Decidió ocuparse de la educación de sus dos hijos y de los menesteres de la casa — Claude después de una pausa sigue:

—Cuando se dio cuenta, habían pasado veinte años. Veinte años se dice fácil, pero los hijos ya eran grandes, se independizaron y él no sabía qué hacer con su vida —

Brigitte continúa con la remembranza: —En Argelia me dijo que se sentía disminuido, perdedor. Estaba convencido de que su mujer ya no le respetaba, que el amor hacía tiempo se había acabado. Día tras día, le ganaba cada vez más la depresión —

Claude reflexiona: —No me percaté de la gravedad de su estado. Cuando se dio la oportunidad de contratar un consultor externo para analizar ese programa que la Agencia llevaba adelante en Argelia, no dudé en llamarlo y convencerlo para que acepte. Es más, creo que lo presioné porque estaba convencido de eso le ayudaría a superar su falta de perspectivas —

 

Con una mezcla de culpa y justificación, ambos recuerdan detalles sobre la forma en la que Jean Luc se enfrentó al desafío de esa misión en Argelia. Estaba asustado el día que Claude le ofreció esa misión y al mismo tiempo pensó que era su oportunidad para recuperar su independencia, su autoestima y salir del hueco en el que estaba. Tras veinte años, ya no tenía sentido seguir siendo amo de casa.

El mismo día que aterrizó en Argel, Brigitte le dio una calurosa bienvenida, lo llevó a la oficina de la misión donde le presentó a sus colegas locales de trabajo, quienes con gran entusiasmo le dieron un chaparrón de información y datos. El hotel que le reservaron estaba entre lo mejor de la capital y su habitación, tipo loft, era un estudio en doble altura, adecuado para trabajar y descansar.

Bastaron un par de días para que Jean Luc se percate de que no tenía la capacidad de cumplir adecuadamente la misión y a medida que transcurrían los días, empezó a sentirse un impostor. Los veinte años transcurridos sin realizar ese tipo de trabajos empezaban a pasarle factura. Su autoestima, cada vez más baja, le profundizaba esa sensación de inutilidad y empezó seriamente a considerar tirar la toalla y marcharse.

Brigitte se percató de su creciente crisis y su dilema. Aprovechando los viajes al interior del país, conversaron mucho entre ellos. Él fue abriéndose más y más con el transcurrir de los días y ella le convenció de que faltaba muy poco para concluir la misión, que no le convenía dejar el trabajo y volver a Francia porque después de esta experiencia tendrá mejores chances de reingresar al mundo laboral y superar su crisis.

A medida que avanzaba el tiempo, ella se debatía entre el deseo de ayudar a su compañero a concluir el trabajo y la duda de que lo estuviera presionando más de lo que ya estaba. Se convenció de que era preferible encubrir los problemas de Jean Luc y redoblar sus esfuerzos para concluir el informe. “Los colegas locales empezaban a percatarse de que Jean Luc aportaba poco o casi nada”, le confiesa Brigitte a Claude.

—La última noche, antes de la presentación del informe, a él solo le quedaba unir las partes y preparar la presentación para exponer las conclusiones y recomendaciones para enfocar el programa a futuro — detalla Brigitte.

Claude añade: —Un informe me llegó a la oficina en París. En el mismo señala que la reunión estaba citada a las nueve de la mañana y Jean Luc no apareció. Que a las diez no había forma de ubicarlo y se creó un gran desconcierto —

Continúa Brigitte: —A las diez pedí que adelanten la merienda para ganar tiempo e ir volando al hotel, que está muy cerca de la embajada. No había la llave del cuarto, lo que significaba que Jean Luc no salió; golpeamos la puerta y nadie respondía. Entonces convencí a la gente del hotel para que abran la habitación… Entré y fue terrible, espantoso — Ella calla y se reprime sollozar.

—En el informe que acabo de mencionar, señalan que Jean Luc se suicidó en su habitación por ahorcamiento — interviene Claude y deja que ella continúe.

—Cuando finalmente abren la puerta de esa lujosa habitación, entro y lo primero que veo es a Jean Luc colgado del cable de su computadora desde la balaustra del segundo piso. Estaba muerto —

Ella enjuga sus lágrimas, esas que no pudo evitar se le escapen al recordar lo sucedido y retoma su relato: —Llamamos a la policía y regresé a la embajada; allí les dije que Jean Luc se encontraba muy delicado y camino al hospital y les presenté un resumen del trabajo —

Con una frialdad, como si actuara otra persona, ella expuso un resumen del trabajo, respondió las preguntas de rigor y una vez concluido el acto, reunió al equipo, al embajador y la directiva de la Agencia llegada desde Francia, para contarles que Jean Luc se suicidó.

—Fue entonces cuando me percaté de que la imagen de Jean Luc colgado del cable de su computadora me había quemado las retinas como se graba la luz del sol o una luz intensa y la sigues viendo. Esa imagen me acompaña hasta ahora en sueños o cuando estoy despierta; aparece de pronto en la pantalla de mi ordenador, del televisor, en la calle, en la oficina. Aún me persigue — Brigitte calla.

Claude toma sus manos, las aprieta y le cuenta que Jean Luc dejó una carta, la que, junto a todas sus pertenencias, le fueron entregadas a la viuda. Le cuenta que una semana después del sepelio de Jean Luc en París, la viuda lo visitó en su oficina:

—Me enseñó la carta. En ella Jean Luc anuncia que decidió poner fin a su vida. De forma repetitiva, te menciona a ti para agradecer tus esfuerzos por ayudarle y añade que sentía mucho decepcionarte —

Brigitte queda estupefacta y le interrumpe: —No tenía conocimiento de esa carta —. Claude continúa:

—Como te dije, esa carta le fue entregada a la viuda. Lo inaudito es que ella empezó a sospechar que Jean Luc y tú tuvieron algún tipo de relación más allá del trabajo. Alguna relación tóxica que explicaría la razón por la que él tomó una decisión tan drástica —

Brigitte no puede creer lo que acaba de escuchar y su semblante así lo expresa. Tiempo después comprenderá que, para la viuda de Jean Luc, esa explicación era la mejor salida para exculpar sus dudas. Lo otro era cuestionarse y aceptar que los veinte años de éxitos académicos también fueron a costa de la abnegación de Jean Luc, sin que percatarse de la creciente depresión y pérdida de autoestima de su marido.

Brigitte y Claude, los dos amigos que intentaron ayudar a Jean Luc, no logran librarse de la carga de un enorme complejo de culpa. Él, por no evaluar mejor la condición psíquica de Jean Luc y pensar que era suficiente darle una oportunidad laboral para ayudarle a vencer la depresión. Por su parte, Brigitte porque siente que no tomó la decisión correcta cuando instó a Jean Luc a finalizar la misión, sin alertar a Claude de la creciente depresión de su amigo, alerta que, por otra parte, podía interpretarse como una deslealtad o rivalidad profesional.

—Decidí ayudarle, convencida que Jean Luc saldría de su depresión al culminar el trabajo —, se justifica Brigitte y confiesa: —Sigo dudando si contribuí a su dramático fin porque la mistad que construimos, en cierto modo, pudo haber aportado a abrir las puertas de su infelicidad acumulada. Traté de ayudarlo con honestidad, lo único que buscaba era alentarlo para acabar esa estúpida misión y elevar su autoestima. Veía que para él era una cuestión fundamental, pero no entendí que para él era cuestión de vida o muerte y encontrara, como única salida, la muerte. — concluye.

 

Las últimas luces de los últimos días de verano iluminan con luz dorada la fachada de la catedral gótica de Chartres. Brigitte y Claude se despiden con un fuerte abrazo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario