viernes, 30 de diciembre de 2022

REFUGIO EN SEPIA

 

REFUGIO EN SEPIA

Chaly Urquizo

Málaga, jueves 24 de marzo de 2022.

La parada de autobuses es el refugio perfecto para guarecerse de la lluvia que empieza a caer sobre Málaga. Con su vieja patineta bajo el brazo, llega Ibrahim y un minuto después, con su mochila a la espalda, Orynko, que exclama sorprendida:

—¡Pero ¡qué es esto, está lloviendo barro! —

Ibrahim extiende la mano y ambos contemplan el agua de lluvia que discurre por su piel dejando hilos de color anaranjado y sepia. El muchacho responde mirando a Orynko, a quien acaba de conocer:

— ¡Sí, es verdad, llueve barro!... En mi país, a veces viene una tormenta de polvo del desierto que lo cubre todo, pero nunca la vi con barro —

A la mirada incrédula de Orynko, Ibrahim añade: — Te digo la verdad. Se llama calima. Me dijeron que a veces llega hasta aquí volando sobre el mar Mediterráneo. Pero ahora parece que se está mezclando con la lluvia —

Orynko replica: —En mi país llueve agua cristalina y en invierno nieva mucho, con nieve blanca ¡Como debe ser…! — y pregunta con curiosidad:

—Oye, dijiste “en mi país” ¿De dónde vienes? —

Un halo de tristeza ensombrece los oscuros ojos de Ibrahim que responde:

—De Siria. Vivía en una ciudad que se llama Alepo, pero ahora está destruida, en ruinas… ¡Era muy linda! —

Orynko baja la mirada de sus ojos claros y dice:

—Mariúpol… Así se llama la ciudad de dónde vengo y también era muy linda. Para mí, la más linda de Ucrania, hasta que empezaron a llover bombas y quedó en ruinas —

Las miradas nostálgicas de ambos adolescentes contemplan las nubes que pasan de un intenso amarillo luminoso a naranja y luego a rojo encendido, dejando la ciudad como un cuadro expresionista. Cuando la lluvia empieza a escampar, va dejando a la vista un panorama inquietante, melancólico y casi ajeno a este mundo: Las aceras, los árboles, las fachadas, las ventanas, los vehículos, las luces del semáforo, la ropa, los cabellos de los transeúntes, el aire y todo lo que los rodea, está teñido de un tono sepia acentuado por la intensa luz roja del cielo.



Ella recoge su larga cabellera rubia en una cola y mientras señala en dirección al Parque del Oeste, rompe el silencio:

—Me llamo Orynko y voy por el parque —

—Yo soy Ibrahim y también voy por allí. Hablas bien el español ¿en Ucrania lo hablan? — pregunta el muchacho, a tiempo de levantar su patinete.

—Hablamos ruso y ucraniano. El español lo aprendí en la escuela, en Mariúpol, con una profesora malagueña. Hace seis meses vivimos en su casa, con mi madre y mi hermanita… ¿En Alepo hablan español? —

—Hablamos árabe. El español lo aprendí aquí, en Málaga, donde vivo con mi madre hace año y medio —

Tal como acordaron, el sábado se encuentran en el parque y el siguiente fin de semana ya son un pequeño grupo de adolescentes ucranianos, sirios y andaluces que empiezan a conocerse unos a otros entre juegos, conversaciones e historias de sus vidas.

Mientras la amistad se va tejiendo, aprenden que son muchas las cosas que los unen, muchas más de las que los diferencian. Y un día, Orynko e Ibrahim, descubren que las bombas que destruyen Alepo y Mariúpol tienen el mismo origen.

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