viernes, 5 de marzo de 2021

CON TUS CALCETINES CHILLONES

 CON TUS CALCETINES CHILLONES

Chaly Urquizo

Publicado en Letra Siete de Página Siete el 14 de marzo de 2021

La Paz, verano de 1960

Era en el último mes del último año de los años sesenta, un veranillo de libertades que surgió entre dictaduras militares y que nosotros lo disfrutábamos inmensamente, minuto a minuto. Después del acto de homenaje a los caídos por la liberación nacional, celebrado en el paraninfo de la universidad, con discursos encendidos y música de protesta, los cinco amigos nos instalamos en esa cafetería que abría hasta la madrugada a discutir sobre el proceso revolucionario que creíamos empezaba ese instante.

Guerra popular o guerra de guerrillas. Revolución permanente o ininterrumpida, o mejor aquella por etapas. Asamblea popular o dictadura del proletariado, o quizás una dictadura democrática popular. Todos los discursos y debates escuchados se arremolinaban en nuestras cabezas quinceañeras, junto a las fantasías de combatientes heroicos, desde el Che hasta HoChiMing, pasando por Sandino.

Pero Tú, con tus comentarios ingeniosos, llenos de gracia y hasta irónicos, siempre encontrabas algún resquicio que aplacaba la densidad de nuestros debates y dilataba el camino para tomar el cielo por asalto.

Pasadas horas de alegre tertulia, ateridos de frío salimos a la calle desierta, y de pronto nos vimos rodeados por las motos de la pandilla más temida de la ciudad.

—¡Pero miren lo que nos encontramos! —, exclamó su líder.

—¿Son hippies o comunistas? —, preguntó otro entre el jolgorio de la pandilla.

—Escojan sus “bolsas”, que esta es una práctica de uno a uno —, instruyó el líder a su pandilla. Y señalando tu nariz con su enorme dedo índice enfundado en su guante de cuero, dejó muy clara su preferencia:

—¡Este es el mío!

Acorralados contra la pared, nosotros escudriñábamos algún hueco por el cual huir. Pero tu voz clara y firme nos detuvo:

—¡Un momento, un momento… Vamos a hacer las cosas bien!

Ante nuestras miradas, y de ellos también, desconcertadas, te sentaste en el bordillo de la acera y con gran parsimonia desataste los cordones de tus zapatillas. Los puños de tu castigador bajaron a sus caderas exhibiendo sus descomunales brazos, que con seguridad tenían muchas más horas de gimnasio que Tú sobre los libros.

Con exacerbante cachaza y sin intimidarte, te sacaste los calcetines, tan chillones que brillaban en la penumbra de la madrugada: uno verde limón y el otro fucsia. Los enfundaste en las manos calzando con precisión cada pulgar en cada talón y con agilidad te pusiste de pie.

—Ahora sí, ven amiguito… —, retó el títere verde al líder de la pandilla con voz cómica al ritmo del bailoteo de tus pies desnudos. —Dale, tú puedes —, seguía, mientras el fucsia hacía barra.

—¿Pero qué mierda se ha fumado este…? —, preguntó el pandillero con una sonora carcajada acompañada de las risotadas de sus compinches.

—¡Yerba! —, respondió presuroso el fucsia.

—Chismoso —, le recriminó el verde. —Y además no queda nada. Lo fumamos todo —.

— ¿Nos fumamos todo…?  —, preguntó jocoso y con gesto divertido el fucsia.

—¡Claro! La música estaba alucinante: Deep Purple, Made in Japan… —, respondió el verde mientras como por arte de magia, ofreció al pandillero un cassette. Pero al intento de tomarlo, el títere lo esquivó rápido, con alevosía y dejó la enorme mano enguantada vacía y una mirada de pocas pulgas.

Silencio total por unos segundos… Eternos.

—¡Mirá a ver…! Dale la cinta, no seas gil, puedes grabarte otra —. Rompió la tensión el fucsia con una vocecita resignada y un simpático gesto, que el verde correspondió con divertida gentileza entregando la cinta al líder pandillero.

Éste, divertido y sin agresividad, tomó la cinta con delicadeza y con una venia casi gótica, sentenció:

—¡Estos chicos son buena onda, vámonos! — Y se perdieron entre las tinieblas de la noche seguidos del rugir de sus motos.

Tú, al ponerte tus calcetines chillones y las viejas zapatillas sentado en el bordillo de la acera, te reíste lleno de felicidad en nuestras caras incrédulas.

—¿Vieron...? La imaginación es el arma que sabemos usar.

 

1 comentario:

  1. Ingeniosa la idea de hacer de sus calcetines marionetas, la inteligencia les salvo de una situación muy difícil y dura. Me ha gustado mucho.

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