LA FIESTA DE LOS PATIOS DE CÓRDOBA
España, Córdoba, primavera de 2019
Las mejores imágenes y recuerdos de mi infancia y juventud
tienen al patio y el zaguán de la casa del centro de La Paz, en la calle
Jiménez, un lugar preferente. Allí jugamos, cantamos, nos contamos cuentos o
la última película entre los niños del vecindario, como una alternativa a nuestros juegos en la
calle.
Equipamos nuestro camper con lo necesario para dos días y
partimos rumbo a Córdoba, a visitar su famosa Fiesta de los Patios. Renatita
está emocionada por su pasión por las plantas y yo por ver una fiesta dedicada
a ese espacio descubierto y emblemático de la arquitectura andaluza: Los patios.
En diciembre
de 2012, la Unesco declaró a La Fiesta de Los Patios de Córdoba “Patrimonio
Inmaterial de la Humanidad”, evento que se celebra en el mes de mayo de cada
año coincidente con el esplendor de la primavera. Esta fiesta se origina en
1918, cuando los cordobeses deciden abrir sus patios al público y desde 1921 es
formalizado como un concurso, cuyas bases distinguen entre arquitectura antigua
y moderna y establece varios requisitos, entre ellos, el uso de flores
naturales y de temporada, sus variedades, el cuidado de macetas y la iluminación
natural, además de la conservación arquitectónica y decoración del patio, los
usos artísticos del agua o el esfuerzo vecinal. El resultado consigue que cada
patio tenga una arquitectura singular, fruto de su propia evolución, pero, a finalidades del concurso, los
especialistas los clasifican en dos grupos básicos:
- Patios de viviendas, que son los que participan. Incluyen a todos los que han participado en el concurso desde su inicio, en 1921, hasta la actualidad. En este grupo se distinguen dos grupos: a) patios de arquitectura antigua, mayores de cincuenta años y que conservan sus principales características estructurales, b) patios de arquitectura moderna con menos de medio siglo, o reformados completamente.
- Patios monumentales y señoriales, que no participan del concurso y son los relativos a antiguos palacios de la aristocracia local (sobresale el Palacio de Viana que integra doce patios de diferente estilo arquitectónico en su interior) y de edificios religiosos, como los del Patio de los Naranjos, de la sinagoga, o del santuario de la Fuensanta.
La mañana siguiente, en transporte público partimos hasta el
barrio de Santa Marina, donde reiniciamos la visita a los patios. Desde allí
recorrimos los barrios de San Lorenzo, Realejo y Santiago hasta las 2 de la
tarde, hora de cierre. Por la tarde alcanzamos a visitar otros patios de la Judería y San Pedro y con la pena de no alcanzar a visitar los 50 patios en
concurso.
La visita a los patios de Córdoba no tiene pierde. Los muros
pintados con cal que reflejan la luz, son decorados
con una multitud de macetas colgadas, casi como una segunda piel colorida y
texturada por plantas y flores. Los pisos de losas, conocido como
“chino cordobés”, favorecen la transpiración de la tierra y se complementan con
los muros en la creación del microclima del patio, centro de la vida familiar
y convivencia, que ilumina y ventila las habitaciones.
Macetas de geranios
Siempre en macetas, los geranios y su variedad local, las
gitanillas, son las reinas de los patios cordobeses desde sus pisos hasta
las cotas más altas de los muros, acompañadas de otras especies florares, desde los mismos zaguanes de ingreso, hasta los rincones del patio,
creando una intensa policromía. El agua está siempre presente, sea
en algún aljibe o alguna fuente y la decoración es complementada con muebles propios
de patio y objetos antiguos como enseres de cocina de bronce y hierro o
restos arqueológicos como fustes o capiteles visigodos, romanos o mudéjares, todo cuidada y armoniosamente fusionado, convocando al disfrute del ocio, ya sea en amenas tertulias o el goce solitario
de la lectura.
Los patios se encuentran en viviendas unifamiliares o
compartidas con otra familia, una por planta, quedando como estancia central de
la casa. Otra variedad son los patios compartidos por casas adosadas como
espacio de convivencia entre vecinos. Un tercer caso son las denominadas
casas de vecinos, habitadas por inquilinos, donde prevalecen varios patios
junto a otras zonas comunes como lavanderías, cocinas y baños, como en los casos
de las vecindades de Chaparro o Marroquíes, cuyos patios participan en el
concurso gracias al tesón de sus vecinos.
Para comprender su importancia, nos remontamos en el tiempo. Los patios (del latín “pac” y el occitano “pàtu”) son un área descubierta situada al interior de
un edificio y son tan antiguos, como los orígenes de la ciudad y sus viviendas, al menos en occidente. Rodeados de galerías, muros y
cobertizos, en las "casas patio" es el espacio principal de la vivienda, porque permite
una sola vecindad franca y sin tapujos, como dicen los andaluces: con el cielo, con un pedazo del paraíso.
En Andalucía, y Córdoba en particular, existe una verdadera
cultura de los patios resultado de la fusión romana y musulmana. Para el
escritor Jose María Sánchez Galera, "los patios andaluces son una asombrosa
muestra de "arquitectura sostenible" basada en el impluvium y el
peristylum romanos, mejorados con el paso de los siglos, incluyendo el periodo
hispano-musulmán" (Sánchez Galera, Juan y Jose María, 2012. Vamos a contar
mentiras. Edaf. p. 111), por lo que vale la pena detenerse brevemente en la
evolución de esa fusión.
En las ciudades de la Hispania del período romano, siguiendo el patrón de las
“domus” romanas, las casas se desarrollaron en torno a un gran patio interior
central, el «atrium», que contenía un jardín, “hortus” y al fondo estaba el “tablinum” o dormitorio paterno. Al patio y por
tanto a la vivienda, se ingresaba directamente desde la calle por un zaguán en
el eje mismo del patio o de su galería.
Las casas andaluzas del período musulmán (siglo X a 1492),
se organizan a semejanza de los palacios nazaríes, alrededor del patio central
rectangular con cisterna y jardines, rodeado por galerías en los lados menores.
A diferencia del modelo romano, tiene el
ingreso acodado o de directriz quebrada, que proveniente de la tradición de la “pared de los espíritus” o “muro de privacidad”, cuya función es proteger
la intimidad de la vida familiar. La fachada es un simple muro ciego y los decorados quedan al interior de la casa, acorde a la influencia musulmana y su gusto por las plantas y flores aromáticas, la relación con el agua expresada en sus fuentes, aljibes (palabra de origen árabe) y acequias. El patio se concibe como
representación del paraíso.
La costumbre musulmana de puertas cerradas hacia la calle cambió
con la Inquisición en 1478. “El Santo Oficio obligó a mantenerlas abiertas todo
el día, para comprobar públicamente que la intimidad hogareña no escondía
ninguna ofensa para la Fe" (Espinosa de los Monteros, Patricia y Francesco
Venturi. Casas señoriales andaluzas. Palma de Mallorca, España, Cartago, 1998).
Ya en la Edad Media surgió la “vivienda hacienda” en torno a
un gran patio rodeado de galerías, que en el sur de Europa dio origen a los
corrales de comedias que llegaron hasta el siglo XIX (corralas vecinales) que
aún existen en Madrid, en los barrios de Lavapiés o La Latina.
El Renacimiento retoma el modelo romano de vivienda, que mantiene el patio central alineado con el ingreso desde la calle a través del
zaguán, con aperturas grandes y realce de la portada, resaltando la fachada, a
diferencia del simple muro de la casa musulmana, y se mantienen algunos
elementos mudéjares como las galerías y corredores, los pies derechos y zapatas
de madera, los techos de par y nudillo y los artesonados.
En el siglo XVIII, de esplendor del barroco, el patio es cuadrado y sigue siendo el centro, bordeados con pórticos, en la planta baja, y balcones con galerías en los pisos altos. El zaguán es decorado profusamente, la puerta de la casa se amplia y se decora con
filigranas de hierro que permiten las vistas del patio desde el exterior. Las escaleras, que
anteriormente estaban a un costado, son resaltadas con estructuras muy elaboradas y decoradas e instaladas al centro de uno de los lados del patio, preferentemente con vistas al zaguán y el ingreso.
La racionalidad neoclásica del siglo XIX, cambia los pisos de
los patios empedrados por baldosas y las plantas van en
macetas; en la decoración empiezan a usarse piezas antiguas y arqueológicas. En Córdoba fusionan en su arquitectura lo clásico con lo musulmán.
En la primera mitad del siglo XX, en Andalucía surgen las casas de vecinos
en palacios desocupados y edificios remodelados destinados a familias de bajos
recursos, especialmente a para los inmigrantes del campo. El patio adquiere la
función de centro organizador y de reunión de vecinos y de servicios comunes:
cocinas, baños y lavanderías, decorados con macetas y árboles frutales. En la
segunda mitad de este siglo, del brazo de la especulación inmobiliaria, se imponen los bloques de pisos, que en casos
excepcionales mantienen algún recuerdo de los patios.
Con las imágenes en la retina y la cámara fotográfica, con el la impresión de la cordialidad y felicidad de los vecinos al mostrar orgullosos sus patios, volvemos al camper para el viaje de retorno a Sevilla, para llegar a la cena acordada con los nietos.
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