viernes, 24 de mayo de 2019

La Fiesta de los Patios de Córdoba


LA FIESTA DE LOS PATIOS DE CÓRDOBA
España, Córdoba, primavera de 2019

Las mejores imágenes y recuerdos de mi infancia y juventud tienen al patio y el zaguán de la casa del centro de La Paz, en la calle Jiménez, un lugar preferente. Allí jugamos, cantamos, nos contamos cuentos o la última película entre los niños del vecindario, como una alternativa a nuestros juegos en la calle.

Patio de Córdoba en concurso
Equipamos nuestro camper con lo necesario para dos días y partimos rumbo a Córdoba, a visitar su famosa Fiesta de los Patios. Renatita está emocionada por su pasión por las plantas y yo por ver una fiesta dedicada a ese espacio descubierto y emblemático de la arquitectura andaluza: Los patios.

En diciembre de 2012, la Unesco declaró a La Fiesta de Los Patios de Córdoba “Patrimonio Inmaterial de la Humanidad”, evento que se celebra en el mes de mayo de cada año coincidente con el esplendor de la primavera. Esta fiesta se origina en 1918, cuando los cordobeses deciden abrir sus patios al público y desde 1921 es formalizado como un concurso, cuyas bases distinguen entre arquitectura antigua y moderna y establece varios requisitos, entre ellos, el uso de flores naturales y de temporada, sus variedades, el cuidado de macetas y la iluminación natural, además de la conservación arquitectónica y decoración del patio, los usos artísticos del agua o el esfuerzo vecinal. El resultado consigue que cada patio tenga una arquitectura singular, fruto de su propia evolución, pero, a finalidades del concurso, los especialistas los clasifican en dos grupos básicos:
  1. Patios de viviendas, que son los que participan. Incluyen a todos los que han participado en el concurso desde su inicio, en 1921, hasta la actualidad. En este grupo se distinguen dos grupos: a) patios de arquitectura antigua, mayores de cincuenta años y que conservan sus principales características estructurales, b) patios de arquitectura moderna con menos de medio siglo, o reformados completamente.
  2. Patios monumentales y señoriales, que no participan del concurso y son los relativos a antiguos palacios de la aristocracia local (sobresale el Palacio de Viana que integra doce patios de diferente estilo arquitectónico en su interior) y de edificios religiosos, como los del Patio de los Naranjos, de la sinagoga, o del santuario de la Fuensanta.
Después de un viaje tranquilo desde Sevilla, a las 6 de la tarde ingresamos a la primera casa en el Alcázar Viejo, que nos dejó deslumbrados al igual que los siguientes patios que visitamos hasta las 10 de la noche por la Judería – San Francisco, cerca de la Mezquita Catedral.


Patio y galería
La mañana siguiente, en transporte público partimos hasta el barrio de Santa Marina, donde reiniciamos la visita a los patios. Desde allí recorrimos los barrios de San Lorenzo, Realejo y Santiago hasta las 2 de la tarde, hora de cierre. Por la tarde alcanzamos a visitar otros patios de la Judería y San Pedro y con la pena de no alcanzar a visitar los 50 patios en concurso.

La visita a los patios de Córdoba no tiene pierde. Los muros pintados con cal que reflejan la luz, son decorados con una multitud de macetas colgadas, casi como una segunda piel colorida y texturada por plantas y flores. Los pisos de losas, conocido como “chino cordobés”, favorecen la transpiración de la tierra y se complementan con los muros en la creación del microclima del patio, centro de la vida familiar y convivencia, que ilumina y ventila las habitaciones.

Macetas de geranios
Siempre en macetas, los geranios y su variedad local, las gitanillas, son las reinas de los patios cordobeses desde sus pisos hasta las cotas más altas de los muros, acompañadas de otras especies florares, desde los mismos zaguanes de ingreso, hasta los rincones del patio, creando una intensa policromía. El agua está siempre presente, sea en algún aljibe o alguna fuente y la decoración es complementada con muebles propios de patio y objetos antiguos como enseres de cocina de bronce y hierro o restos arqueológicos como fustes o capiteles visigodos, romanos o mudéjares, todo cuidada y armoniosamente fusionado, convocando al disfrute del ocio, ya sea en amenas tertulias o el goce solitario de la lectura.
Fuente renacentista
Los patios se encuentran en viviendas unifamiliares o compartidas con otra familia, una por planta, quedando como estancia central de la casa. Otra variedad son los patios compartidos por casas adosadas como espacio de convivencia entre vecinos. Un tercer caso son las denominadas casas de vecinos, habitadas por inquilinos, donde prevalecen varios patios junto a otras zonas comunes como lavanderías, cocinas y baños, como en los casos de las vecindades de Chaparro o Marroquíes, cuyos patios participan en el concurso gracias al tesón de sus vecinos.

Patio de la casa de vecinos de los Marroquíes
Para comprender su importancia, nos remontamos en el tiempo. Los patios (del latín “pac” y el occitano “pàtu”) son un área descubierta situada al interior de un edificio y son tan antiguos, como los orígenes de la ciudad y sus viviendas, al menos en occidente. Rodeados de galerías, muros y cobertizos, en las "casas patio" es el espacio principal de la vivienda, porque permite una sola vecindad franca y sin tapujos, como dicen los andaluces: con el cielo, con un pedazo del paraíso.

En Andalucía, y Córdoba en particular, existe una verdadera cultura de los patios resultado de la fusión romana y musulmana. Para el escritor Jose María Sánchez Galera, "los patios andaluces son una asombrosa muestra de "arquitectura sostenible" basada en el impluvium y el peristylum romanos, mejorados con el paso de los siglos, incluyendo el periodo hispano-musulmán" (Sánchez Galera, Juan y Jose María, 2012. Vamos a contar mentiras. Edaf. p. 111), por lo que vale la pena detenerse brevemente en la evolución de esa fusión.
Galería con gran variedad de platas en macetas
En las ciudades de la Hispania del período romano, siguiendo el patrón de las “domus” romanas, las casas se desarrollaron en torno a un gran patio interior central, el «atrium», que contenía un jardín, “hortus” y al fondo estaba el “tablinum” o dormitorio paterno. Al patio y por tanto a la vivienda, se ingresaba directamente desde la calle por un zaguán en el eje mismo del patio o de su galería.

Las casas andaluzas del período musulmán (siglo X a 1492), se organizan a semejanza de los palacios nazaríes, alrededor del patio central rectangular con cisterna y jardines, rodeado por galerías en los lados menores. A diferencia del modelo romano, tiene el ingreso acodado o de directriz quebrada, que proveniente de la tradición de la “pared de los espíritus” o “muro de privacidad”, cuya función es proteger la intimidad de la vida familiar. La fachada es un simple muro ciego y los decorados quedan al interior de la casa, acorde a la influencia musulmana y su gusto por las plantas y flores aromáticas,  la relación con el agua expresada en sus fuentes, aljibes (palabra de origen árabe) y acequias. El patio se concibe como representación del paraíso.

Vista del zaguán
La costumbre musulmana de puertas cerradas hacia la calle cambió con la Inquisición en 1478. “El Santo Oficio obligó a mantenerlas abiertas todo el día, para comprobar públicamente que la intimidad hogareña no escondía ninguna ofensa para la Fe" (Espinosa de los Monteros, Patricia y Francesco Venturi. Casas señoriales andaluzas. Palma de Mallorca, España, Cartago, 1998).

Ya en la Edad Media surgió la “vivienda hacienda” en torno a un gran patio rodeado de galerías, que en el sur de Europa dio origen a los corrales de comedias que llegaron hasta el siglo XIX (corralas vecinales) que aún existen en Madrid, en los barrios de Lavapiés o La Latina.

El Renacimiento retoma el modelo romano de vivienda, que mantiene el patio central alineado con el ingreso desde la calle a través del zaguán, con aperturas grandes y realce de la portada, resaltando la fachada, a diferencia del simple muro de la casa musulmana, y se mantienen algunos elementos mudéjares como las galerías y corredores, los pies derechos y zapatas de madera, los techos de par y nudillo y los artesonados.

En el siglo XVIII, de esplendor del barroco, el patio es cuadrado y sigue siendo el centro, bordeados con pórticos, en la planta baja, y balcones con galerías en los pisos altos. El zaguán es decorado profusamente, la puerta de la casa se amplia y se decora con filigranas de hierro que permiten las vistas del patio desde el exterior. Las escaleras, que anteriormente estaban a un costado, son resaltadas con estructuras muy elaboradas y decoradas e instaladas al centro de uno de los lados del patio, preferentemente con vistas al zaguán y el ingreso.

La racionalidad neoclásica del siglo XIX, cambia los pisos de los patios empedrados por baldosas y las plantas van en macetas; en la decoración empiezan a usarse piezas antiguas y arqueológicas. En Córdoba fusionan en su arquitectura lo clásico con lo musulmán.
Escultura renacentista
En la primera mitad del siglo XX, en Andalucía surgen las casas de vecinos en palacios desocupados y edificios remodelados destinados a familias de bajos recursos, especialmente a para los inmigrantes del campo. El patio adquiere la función de centro organizador y de reunión de vecinos y de servicios comunes: cocinas, baños y lavanderías, decorados con macetas y árboles frutales. En la segunda mitad de este siglo, del brazo de la especulación inmobiliaria, se imponen los bloques de pisos, que en casos excepcionales mantienen algún recuerdo de los patios.
Cordialidad cordobesa
Con las imágenes en la retina y la cámara fotográfica, con el la impresión de la cordialidad y felicidad de los vecinos al mostrar orgullosos sus patios, volvemos al camper para el viaje de retorno a Sevilla, para llegar a la cena acordada con los nietos.

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