viernes, 21 de diciembre de 2018

Bitácora viaje Verano 2018: Parte 3. España



Bitácora de viaje Verano 2018: España-Francia-España

Parte 3. Mediterráneo español

Desde el 7 de julio, día que iniciamos este viaje en Sevilla, cruzamos España de sur a norte y luego, desde la costa del Cantábrico español, cruzamos el sur de Francia hasta el Mediterráneo. Ahora iniciamos la última etapa de nuestro viaje en el cual bordearemos el Mediterráneo español, desde Cataluña hasta Málaga, para retornar a Sevilla. 
Estas las impresiones y apuntes de nuestra última parte del viaje, con la que cumpliremos 45 días y casi 6.000 Kilómetros de aventura a bordo de nuestro furgón camper.

9 de agosto
Cruzamos la frontera bajo una intensa lluvia, y en lluvia llegamos hasta el “Monestir de Sant Pere” (en catalán) de Rodes, parte de un complejo medieval benedictino de arquitectura románica, construido entre los siglos X y XI, al que se accede por caminos de montaña angostos y pendientes, que nos brindó hermosas vistas al crepúsculo del Mediterráneo.
Pasamos por Port Selva, donde encontramos un camping que, pese a ser caro no tenía espacio, y decidimos seguir viaje a Cadaqués, pero no encontramos ningún lugar para pasar la noche. Saliendo del pueblo, al borde de la medianoche, parqueamos en un espacio sobre un camino en las afueras de la ciudad, solo para dormir.
10 al 12 de agosto
Sobresalto matutino por el ruido que nos despierta: resulta que parqueamos en el sitio que la grúa de los Mossos, policía catalana, lleva a los coches mal parqueados en la ciudad, y como puede haber malentendidos con nuestro camper estacionado en ese sitio, nos vestimos y partimos de inmediato. Desayunamos junto al puerto de pescadores de Cap de Creus, en un restaurant junto al puerto y de atención amable, paseamos un poco por el pueblo y pusimos rumbo al sur, ya pasado el mediodía, por caminos secundarios que nos permiten recorrer campos y pequeños pueblos catalanes.
Encontramos un camping cerca a L Estartit, junto a la playa y de allí visitamos el pueblo en un simpático tren turístico nocturno, cenamos en uno de los restaurantes de la plaza de la Llevantina junto al “Passeig Maritim”. Por la noche, antes de dormirnos, comentamos sobre el intenso activismo del independentismo catalán, que lo percibimos cruzando por pueblos y campiñas desde que cruzamos la frontera. Un activismo que, notoriamente, se promueve desde las instituciones públicas, especialmente los ayuntamientos, saturando toda la infraestructura pública, desde edificios, plazas, mobiliario urbano, hasta el asfalto de las calzadas, con símbolos, consignas y cuanto recurso existe. Nos disgustó cierta simbología gris, militarista, porque inevitablemente nos trae a la memoria las dictaduras pinochetistas o argentinas y otros símbolos fascistas europeos.
Recordamos que hace menos de 1 año se realizó un referéndum, declarado ilegal, y que precipitó la aplicación del famoso artículo 155 de la Constitución española, la fuga del “President” de la Generalitat catalana a Bélgica, la detención de los principales impulsores del referéndum y la celebración de nuevas elecciones en Cataluña.
Al siguiente día nos animamos a quedarnos porque el lugar es agradable, la playa está muy buena y pasado el mal tiempo que tuvimos, el verano vuelve a mostrar sus mejores galas, esas que hacen famoso al Mediterráneo.

13 de agosto
El viaje a Barcelona lo hicimos por carreteras secundarias, pasando varios pueblos genuinamente catalanes, también llenos de propaganda independentista.
Poco antes de llegar a Barcelona, revisamos los datos para pernoctar en algún parking público en la ciudad, pero no son halagadores y tampoco entusiasman, así que decidimos quedarnos en un camping de El Masnou, un pueblo del área metropolitana de Barcelona, a media hora en tren a la plaza Catalana en el centro de la ciudad.
Luego de acomodarnos en el camping bajo la sombra de los árboles, para aprovechar el resto del día, tomamos el tren y nos fuimos al centro, compramos pasajes de dos días en el bus turístico y empezamos la visita a la emblemática ciudad de Barcelona.
Las largas caminatas están reducidas por una molestia en el pie de Renatita que le empezó hace un par de días. Al llegar al camping a la medianoche, llamamos a Voltio, un buen amigo boliviano, para que nos ayude, llamada que fue un acierto, porque nos permitió concertar una cita para la mañana siguiente con Héctor, médico chapaco que, por los azares de la vida, nos conocimos en Bolivia en los subversivos y anti dictatoriales años setenta, cuando él salió al exilio, hasta acabar en España, donde vive hace más de 20 años.
14 de agosto
La primera actividad a primera hora: visitar a Héctor en el hospital Quirón. Nos recibe de inmediato y luego de una agradable conversación de puesta al día de nuestras vidas y de la situación de Bolivia, revisa el pie de Renatita, confirmando lo que temíamos: fascitis plantar, una variedad de tendinitis y la necesidad de antiinflamatorios.
Segunda actividad, que la realizamos usando nuestros pasajes del bus turístico: buscar farmacia. Junto a los medicamentos recetados, compramos una muleta que resultó de gran ayuda para disfrutar Barcelona, tanto por la ayuda a los pasos de Renatita, como por la magia que otorga este artefacto en el transporte público, las colas y otros detalles que no los percibimos normalmente.
Recorrimos la ciudad en los buses turísticos, haciendo pausas en cada parada y recorriendo su entorno a nuestro ritmo, al margen del ajetreo del turismo de masas, en paseos que resultaron muy agradables y también con mucha información, gracias al internet. Al caer la tarde, caminamos toda La Rambla y el barrio Gótico, donde siempre hay artistas callejeros. En la fachada lateral de la vieja catedral gótica, nos quedamos escuchando a una excelente soprano ucraniana, que en algunas arias era acompañada por un joven tenor, aficionado a la ópera, de origen marroquí y técnico de Facebook-España. De esos sorprendentes detalles, nos enteramos gracias a la sociabilidad de Renatita, que trabó conversación con una pareja de catalanes, muy amables y que pertenecen a un grupo de amigos que se dan modos de prestar ayuda solidaria e incluso buscar patrocinio para los artistas callejeros de Barcelona.
Cenamos en un buen restaurante. Pese a ser martes y casi medianoche, nos percatamos del intenso movimiento de personas en trenes, metros y buses. Multitudes de gente de todo el mundo que, hablando en muchos idiomas, llegan al centro de la ciudad. Ellos vienen porque empieza la otra vida de la ciudad, la bohemia, la de la magia nocturna. Barcelona es una ciudad fantástica.
15 de agosto
Nos despedimos de Barcelona y pusimos rumbo al parque natural del Delta del Ebro, siempre por caminos secundarios. Nos detuvimos en Tarragona para disfrutar del mar en el “Passeig Maritim Rafael Casanova” y en “Punta del Miracle”.
A las 6 de la tarde, nuestro encuentro con el famoso río Ebro, en “San Jaume”, nos dejó una buena impresión, aunque esperábamos algo más.
Tras recorrer por estrechos caminos entre arrozales interminables, que por el paisaje y el calor nos hacían pensar en Filipinas o Viet Nam, paramos en una playa entre Eucaliptus y Punta de la Banya, que es una estrecha franja de tierra entre el mar y un lago, en el que Renatita se bañó con el resultado de una extrema picazón que le obligó a ducharse de emergencia en el camper en el mismo instante. Afortunadamente tenemos una buena ducha.
Siguiendo las recomendaciones de los demás “camperistas”, fuimos a dormir en el parking que tiene habilitada la administración del Parque Natural, cerca de Pueblo Nou. Al caer la noche, fuimos a su restaurante ubicado a unos 200 metros, pero la breve caminata se convirtió en un martirio por la cantidad y agresividad de los mosquitos sedientos de sangre fresca y, contra toda costumbre, no nos atrevimos a sacar nuestras sillas y mesita para tomarnos la copa de vino que normalmente acompaña nuestras tertulias antes de irnos a dormir.
16 de agosto
Desayuno dentro del camper; rociada de repelente e intento de visitar algo del lugar. Luego partimos del Delta del Ebro rumbo a Valencia, siempre por caminos secundarios que esta vez resultaron largos y tediosos.
Llegamos a Valencia, pero el parking señalado en la aplicación era el estacionamiento de furgones de carga frente a la estación de trenes. Previos extravíos por las calles de la ciudad, nos fuimos a uno público muy cerca de la futurista Ciudad de la Ciencia y el Arte, diseño de Calatrava y Félix Candela, que la visitamos de inmediato. A modo de recuperar fuerzas, entramos a su especial cine, el Hemisphere, a ver una película sobre la música popular en EEUU, que, proyectada en media esfera y con sonido envolvente, de rato en rato logra dar vértigo en las escenas aéreas de las ciudades. Es una experiencia intensa.
La “Ciutat de les Arts i les Ciències”, abrió plenamente al público el año 2005 y ahora es un complejo cultural reconocido mundialmente. Está construido sobre el cauce del río Turia y tiene los siguientes edificios:
L'Hemisfèric (13.000 m².), con forma de ojo, contiene la sala de proyecciones de cine IMAX, planetario y Láser.

Museo de las Ciencias Príncipe Felipe (40.000 m² en tres pisos), su forma es como el esqueleto de una ballena y es un museo interactivo de ciencias.

L'Umbracle, es un paseo ajardinado con especies vegetales autóctonas valencianas, cubierto por arcos flotantes desde donde se puede ver todo el complejo y con una galería de arte al aire libre de esculturas contemporáneas, denominado El Paseo de las Esculturas.

Oceanográfico (110.000 m² y 42 millones de litros de agua), es el acuario oceanográfico más grande de Europa, donde se representan los ecosistemas del Mediterráneo, Humedales, Mares Templados y Tropicales, Océanos, Antártico, Ártico, Islas y Mar Rojo, además de un delfinario. Su cubierta en forma de nenúfar es obra del arquitecto valenciano Adrián Peláez Coronado y el diseño estructural de las cubiertas, de los ingenieros Alberto Domingo y Carlos Lázaro.  Félix Candela diseño las espectaculares cubiertas del edificio.

Palacio de las Artes Reina Sofía, dedicado a la música y a las artes escénicas, cuenta con cuatro grandes salas.

El Puente de l'Assut de l'Or, que estructura la ciudad de Valencia con este complejo. Su pilono de 125 metros de altura es el punto más alto de la ciudad.

El Ágora, es una plaza cubierta en la que se celebraban conciertos y eventos deportivos.
Recorrer por el complejo de Ciutat de les Arts i les Ciències de Valencia, entre grupos de jóvenes, música, esculturas, agua y vegetación, da la sensación de transportarse a un futuro optimista. Con el pasar del tiempo, considero que esta obra dedicada a la ciencia y el arte será muy emblemática del siglo XX, como una obra espectacular que no se consagra a la religión, sino a la ciencia y el arte.
Luego nos fuimos en bus al centro y cenamos frente a la catedral, regresando al filo de la medianoche al camper.
Valencia es una ciudad que tiene lo suyo. Capital de la comunidad Valenciana, fue fundada por los romanos el año -138 ae, fue ocupada por los musulmanes el 711 y conquistada por los cristianos el 1238.
Entre los símbolos valencianos, destaca el Murciélago, que, de acuerdo con las crónicas, se incorpora en su escudo a inicios del s. XVI, gracias a las leyendas sobre su rol en la conquista de la ciudad por Jaime I. La más común relata que un murciélago, con sus ruidos, “despertó a Jaime I y a los soldados ante la llegada de los musulmanes que pretendían atacarlos durante la noche. Gracias al murciélago pudieron hacerles frente y derrotarlos. Fue entonces cuando Jaime I mandó cubrir de honores a este animal y colocarlo en la cima del escudo de la ciudad”, hasta nuestros días, donde su presencia en muchos de sus edificios públicos es notable.
17 y 18 de agosto
A las 8 de la mañana del 17 de agosto, despertamos por la actividad propia de un parqueo público de ciudad, así que pusimos rumbo a Águilas, desayunando en una estación de servicio de la carretera.
Tomamos la autovía, hasta Pulpí, donde paramos muy cerca de la playa Carolina, en un camping espontáneo, donde concurren muchos campers y autocaravanas de españoles, franceses… y hasta un grupo de dos familias rusas.
Nos quedamos a 20 metros del mar, con unas vistas excepcionales y vecinos simpáticos con los que compartimos por la noche: un jubilado madrileño, místico y solitario, que salía a pescar al amanecer en su bote y ya llevaba tres semanas en el lugar y una pareja vasca, amable y conversadora, que piensan que el franquismo sigue gobernando en España. Al final, nos quedamos dos días y dos noches.
19 de agosto
Retomamos las vías secundarias, esta vez sobre una ruta de montaña junto al mar, que cruza el parque natural Cala de Gata, con vistas y miradores excepcionales al mar, como Granatilla y La Amatista. 
Saliendo del parque, pasamos por paisajes parecidos al Altiplano boliviano, solo que con más de 30 grados de calor. Pero lo que nos impresionó es atravesar un mar de plástico, así lo llamamos, y
calculamos de unos 200 Km2 (tardamos algo más de una hora en cruzarlo a 60 Km/h como velocidad promedio y, según Google Maps, tiene un ancho de promedio 4 Km), literalmente forrado de invernaderos construidos para la agricultura, una tecnología aparentemente necesaria para producir en esta aridez, pero que nos dejó pensando en los agroquímicos que usan o en las miles de toneladas de plástico que visiblemente se desechan, aunque nos cruzamos un camión destinado a su recojo para reciclarlo.
Dejando atrás el mar de plástico, visitamos brevemente algunos pueblos costeros del típico desarrollo para el turismo, con lindas playas y ningún pasado, sin señales de otra actividad económica que indique que no se convierten en pueblos fantasma después del verano.
Finalmente nos detuvimos cerca de Níjar, en la playa del Peñón Blanco, junto a la isleta del Moro, donde, después de un reparador baño en el mar, pasamos la noche.
20 de agosto
Partimos a San José luego de desayunar, para conocer sus internacionalmente famosas playas. Había espacio en Genoveses, una de las famosas, donde estuvimos solo un par de horas porque el viento era intenso y el mar agitado, con la bandera roja que señala prohibición de entrar al mar.
A media tarde, paramos en San Miguel de Cabo de Gata y para nuestra sorpresa, encontramos unas playas de aguas transparentes y azules, tranquilas y muy poco viento, donde nos bañamos un par de horas antes de proseguir viaje hacia Nerja, donde pasaremos nuestra última noche en el parking público de El Playazo. En el chiringuito de esta playa, cenamos sardinas a la brasa y paella, todo delicioso, acompañados de un atardecer bucólico, digno de nuestra última cena de esta aventura.
21 de agosto
El día está hermoso, la playa bella, el mar azul y calmo, pero no podemos bañarnos por las medusas, así que nos conformamos con asolearnos y gozar la playa hasta la hora de almorzar.
A las tres de la tarde iniciamos el último tramo del viaje, rumbo a Mairena del Aljarafe, en Sevilla, donde llegamos a las siete de la noche, para gozar una cena de bienvenida preparada por Fatiha y Kamel, una pareja de amigos de Santa Cruz, Bolivia, que ahora residen en Madrid y se alojaron en casa para pasar el verano durante nuestro viaje.
Desde el 7 de julio, fecha de nuestra partida, han transcurrido 45 días en los cuales recorrimos 5812 Km, según el odómetro del camper, cruzando España, primero de sur a norte y de oeste a este por el Cantábrico, luego cruzamos el sur de Francia, desde el Cantábrico hasta el Mediterráneo y finalmente España de norte a sur por la costa del Mediterráneo, hasta Sevilla.
Sentimos que nuestra pareja se fortaleció, creció y maduró mucho, al igual que cada uno de nosotros. No tuvimos ningún percance que vaya más allá de la anécdota y nuestro furgón camper, de 11 metros cuadrados de espacio habitable, se desempeñó muy bien.
Vimos muchos lugares, cosas y costumbres; también conversamos con gente de los sitios que visitamos y con aquellos que venían de lejos visitando esos lugares, escuchamos voces y melodías de muchos pueblos y leímos varios libros durante el viaje.
Aprendimos mucho, muchísimo.
Estamos felices por haber realizado este viaje, cumplir los objetivos que nos trazamos al iniciarlo, y también estamos felices de estar nuevamente en casa, sanos, salvos y bronceados.

Para quienes siguieron esta Bitácora de viaje relatada en tres partes, espero que su lectura les haya resultado grata y divertida.

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