La dolorosa vía de la metropolización. La Paz: un caso paradigmático
The painful path of metropolization. La Paz: a paradigmatic case
Carlos Urquizo Huici1
Publicado en la
revista Umbrales (CIDES – UMSA), número 32, octubre 2017 pp.
257-263, ISSN 1994-4543 www.cides.edu.bo
Resumen
Este artículo analiza las dificultades
para la metropolización en Bolivia y sostiene que el desafío urbano –con
aglomeraciones cada vez más densas y que exigen la gestión de los servicios de
manera conjunta– todavía no encuentra el acompañamiento ni de la
intelectualidad política boliviana ni de las instituciones del poder ejecutivo.
Que el proceso vivido hasta el momento deja tres importantes lecciones: i) que
el espacio municipal puede resultar demasiado limitado para gestionar de forma
eficiente los servicios, ii) que una ley de metropolización que vulnera la
autonomía municipal no facilita su implementación, más bien despierta
susceptibilidades y temores que conducen a una actitud de resistencia y iii)
que no puede haber una ley de metropolización condicionada a una hegemonía política
y/o partidista, ni entre los municipios concurrentes ni con el gobierno
central. Concluye sosteniendo que para allanar el camino hacia una
metropolización virtuosa urge construir propuestas novedosas y seductoras.
Palabras
clave: metropolización,
políticas metropolitanas, gestión de servicios públicos
Siempre fue difícil asumir que la
metropolización es un tema importante en un país que históricamente fue rural y
campesino. Aunque la composición demográfica cambió en los últimos quince años,
haciendo de Bolivia un país predominantemente urbano, por razones ideológicas
se volvió a ponderar lo rural, incluso en detrimento de lo urbano. La
importancia de lo urbano retornó a la agenda política nacional gracias al
último informe de desarrollo humano del pnud
de 2016, en el cual se remarca que es en las áreas urbanas
metropolitanas que se concentran las demandas y también las oportunidades de
más y mejor desarrollo para el conjunto del país. Remarca la metropolización
como un camino esencial para responder a las demandas de desarrollo humano y
aprovechar las oportunidades que las tres conurbaciones metropolitanas de
Bolivia ofrecen, pese a sus carencias y debilidades.
La conurbación metropolitana de La Paz
cuenta con casi 2 millones de habitantes y la forman siete municipios, tres de
ellos propiamente urbanos que concentran el 90% de su población, y cuatro aún
rurales sobre los cuales se expande inexorablemente la mancha urbana. Entre
todos comparten una serie de rasgos de gran complejidad: se sitúan en una altitud
inusual entre los 3.200 y 4.000 metros sobre el nivel del mar en el Altiplano
andino, lo cual los vuelve más sensibles ante los efectos del cambio climático
(sequías pronunciadas e inundaciones intensas). A excepción de El Alto, se 259 asientan sobre suelos muy inestables y
en una topografía muy abrupta, que consecuentemente los hace muy vulnerables
ante los desastres naturales. Todos comparten una pobreza estructural al igual
que todo el país; tienen altas tasas de migración campo-ciudad y recursos
financieros limitados para encarar el conjunto de problemas y desafíos.
En este contexto, la metropolización
adquiere singular importancia para enfrentar algunas de estas dificultades,
especialmente las de carácter estructural. Aspectos como el transporte –solo
entre El Alto y La Paz se mueven diariamente más de 300.000 personas en
búsqueda de trabajo, por razones de estudio, salud o trámites– no pueden ser
resueltos aisladamente por los municipios. Lo intentan: ambos municipios
crearon empresas municipales de transporte por buses, y el gobierno central
creó la empresa de teleféricos entre ambas ciudades, pero hasta ahora ninguna
logró dar una solución de escala metropolitana y menos desarrolló una visión de
sistema integrado de transporte. Las tres empresas funcionan aisladamente. Una
de las consecuencias de la ausencia de políticas metropolitanas de transporte,
tráfico y movilidad es el enorme caos vehicular que redunda también en una
contaminación atmosférica descontrolada, que impacta más aún a esta altura de
aire enrarecido.
Otro ejemplo de los aspectos encarados
sin visión sostenible por la falta de una percepción metropolitana es el de la
gestión de los residuos sólidos que abarque desde la recolección hasta su
tratamiento, que a escala metropolitana permitiría tecnologías más adecuadas y
rentables, que los anacrónicos y poco sostenibles rellenos sanitarios que cada
municipio tiene actualmente. Similar es la situación del tratamiento de las
aguas servidas. El Alto tiene una planta de tratamiento que ha sido rebasada,
con la consecuente contaminación del Lago Titicaca. Por su parte, la ciudad de
La Paz ni siquiera tiene un sistema de tratamiento de aguas servidas. Estas son
simplemente arrojadas a la cuenca del río Choqueyapu, contaminando
peligrosamente todos los valles de la cuenca aguas abajo, que históricamente
proveen de verduras y fruta a la ciudad de La Paz. El tema de salud no es menos
dramático. Los esfuerzos de mejoras del sistema de salud de la ciudad de La Paz
son colapsados por la población de los otros municipios conurbados con su
masiva concurrencia. El mismo caso se presenta en el ámbito de la educación
porque las posibilidades educativas son comparativamente mejores en La Paz que
en los demás municipios.
Un caso emblemático es el del agua potable.
Un día de noviembre de 2016 la mitad de la población de La Paz despertó sin
agua. El gobierno central, responsable de la empresa de agua, declaró su enorme
sorpresa porque las represas de agua estaban vacías, anunciando, por tanto, que
no se podrá garantizar más el servicio de agua potable. Durante cuatro meses,
alrededor de 400.000 personas recibieron un mínimo de agua, repartida incluso
por cisternas de combustibles, práctica que la oms
prohíbe para el consumo humano. Gracias a las lluvias inusualmente
abundantes provocadas por el fenómeno del llamado Niño se restituyó
paulatinamente el servicio de agua potable a partir de marzo de 2017, sin
embargo, la población fue informada que el racionamiento podría repetirse en
los años siguientes.
Sin duda cabe preguntarse cómo es
posible no prevenir una situación tan catastrófica como falta de agua potable.
Las respuestas son relativamente evidentes y en las que concurren múltiples
factores, tanto en el caso del agua como en los otros temas mencionados (basura,
transporte, medio ambiente, etc.). Por una parte, se plantean causas políticas
que conducen a estos problemas. Durante los últimos años se produjo un proceso
de reconcentración del gobierno central, restando autonomía, competencias y
recursos a los gobiernos subnacionales y especialmente a los municipios. En el
caso del agua, a fines del siglo xx
se privatizó la empresa municipal existente y con el gobierno
de Morales se la estatizó nuevamente (2006), pero en favor del gobierno
central, bajo tuición del Ministerio de Agua sin ninguna participación de los
municipios. La nueva empresa, Empresa Pública de Agua Potable y Saneamiento (epsas),
nunca tuvo un plan de inversiones en función al crecimiento poblacional y a la
demanda, ni siquiera previó las tareas de mantenimiento de las redes, preservación
de las fuentes de agua o tratamiento de aguas servidas. En su gestión, y como
cuota de poder, participaron más bien algunos movimientos sociales que apoyan
al gobierno central. Ante la situación tan desastrosa que vivió la población,
los municipios de La Paz y El Alto comenzaron a trabajar en un proyecto de
empresa metropolitana de agua2.
Estos ejemplos evidencian una primera
lección: el espacio municipal puede resultar demasiado limitado para gestionar
de forma eficiente los servicios públicos en escala metropolitana, y tampoco es
conveniente centralizarlos en las manos del gobierno nacional. Los servicios
que trascienden el ámbito municipal y atingen a dos o más municipios conurbados
necesitan de una gestión metropolitana para ser eficientes, y esto no es una
idea novedosa, ni en Bolivia ni en otros países.
Después de la municipalización del país
en 1994, proceso que abarcó las áreas urbanas tanto como las rurales y logró
una amplia participación ciudadana en la gestión pública, se dictó la ley de
municipalidades que incluyó la posibilidad de la metropolización de las
conurbaciones mayores a 500.000 habitantes. Con esta ampliación se buscó
corregir las falencias que dejó la municipalización en las tres conurbaciones
principales del país: La Paz, Santa Cruz y Cochabamba3. La nueva Constitución Política del
Estado (2009) así como la posterior Ley Marco de Autonomías y Descentralización
(2010) recogen los postulados de la metropolización, supeditando sin embargo su
formación legal a la Asamblea Nacional.
Cinco años más tarde, en 2015, se
concretó la primera región metropolitana de Bolivia, en Cochabamba, que sigue
siendo la única legalmente constituida. Kanata, la Región Metropolitana de
Cochabamba, sin embargo, todavía presenta problemas de funcionamiento
principalmente porque el diseño de esta entidad vulnera la autonomía de los
municipios y concede demasiado poder a la gobernación departamental y al
gobierno central. Desde las últimas elecciones municipales (2014), la situación
se complicó aún más porque ya no existe la hegemonía del partido de gobierno
nacional (mas) en los
municipios conurbados de Cochabamba.
El ejemplo de Cochabamba permite sacar una
segunda lección: una ley de metropolización que vulnera la autonomía municipal
no facilita su implementación, al contrario, despierta susceptibilidades y
temores justificados que conducen a una actitud de resistencia, sea activa o
pasiva. Y una tercera lección que Cochabamba enseña es que no puede haber una
ley de metropolización condicionada a una hegemonía política y/o partidista, ni
entre los municipios concurrentes ni con el gobierno central. Al contrario,
debe haber una construcción que respete la independencia política de cada una
de las partes involucradas.
Es a partir de estas primeras
experiencias que las ciudades de La Paz y El Alto, conjuntamente con la
Gobernación, volvieron a encarar el proceso de metropolización, después de
varios años de estancamiento, en torno a un Convenio Marco para la
Metropolización de La Paz. El primer paso fue el reconocimiento de que la
metropolización es un proceso de adhesión voluntaria y no simplemente una
cuestión de ley. Con la firma de este convenio, en marzo de 2016, por cinco de
los siete municipios conurbados y la Gobernación del Departamento, se destrabó
el proceso y dio lugar a la conformación de comisiones técnicas para trabajar
los temas priorizados: agua potable y saneamiento básico; cambio climático y
medio ambiente; transporte; desarrollo humano; desarrollo económico; seguridad
ciudadana. El año transcurrido luego de la firma de este convenio mostró,
lamentablemente, que los avances logrados no estuvieron al ritmo de los
problemas que se debían resolver. Las largas discusiones sostenidas sobre la
empresa metropolitana de agua y saneamiento que debían luego plantearse al
gobierno central fueron sacudidas por la crisis del agua relatada líneas
arriba, crisis que encontró a los municipios de La Paz y El Alto sin una
propuesta elaborada y oportuna políticamente; recién medio año después de la
crisis una propuesta fue elevada al gobierno central que, sin embargo, fue
pobremente informada en sus características y detalles, y poco socializada con
la población, por tanto, hubo poca capacidad de presión para su aceptación por el
nivel central de gobierno.
El tema de la gestión de los residuos
sólidos es otro tema irresuelto. Las dos ciudades, La Paz y El Alto, que
generan más del 95% de la basura de la región metropolitana, continúan con la
vieja práctica de contratos separados y de alcance estrictamente local. La
falta de visión metropolitana duplica los costos ambientales al implementarse
dos rellenos sanitarios a escasos kilómetros de distancia entre sí, duplica los
costos administrativos, además de perder la oportunidad de una economía de
escala para el tratamiento y reciclaje conjunto de la basura de ambas ciudades.
Igualmente, al haber una doble y pobre gestión de residuos sólidos, también se
desaprovecha la potencialidad de realizar una gran campaña de concientización y
educación ciudadana con un lenguaje y contenido común para la población de
ambas ciudades que cotidianamente se relacionan e interactúan.
El caso de la región de La Paz muestra
los enormes perjuicios que trae la falta de una gestión metropolitana de
servicios e infraestructura que redundarían en el bien común de su población.
La excesiva politización de aspectos tan esenciales para la ciudadanía hace que
se pierdan los criterios técnicos para solucionarlos, pero también conlleva una
polarización que crea debates irracionales, en lugar de conciencia y actitudes
a favor del bien común, tanto entre gobernantes como entre ciudadanos.
La intelectualidad política boliviana
sigue lastrada en el viejo país rural y campesino del siglo pasado, tampoco las
instituciones del poder ejecutivo, que en Bolivia es casi monopólico, ni el
sistema judicial acompañan el desafío urbano. Revertir estos procesos y allanar
el camino a una metropolización virtuosa exige propuestas novedosas y
seductoras. Los ejemplos necesarios están en América Latina y en los países
vecinos de Bolivia, éstos permiten comprobar que la metropolización es una
respuesta necesaria frente a los desafíos actuales de un mundo cada vez más
predominantemente urbano y con ciudades y conurbaciones cada vez más densas,
desafíos que los políticos elegidos –tanto los que gobiernan como los
opositores– están llamados a comprender.
1. Arquitecto. Columnista de temas urbanos en el semanario Ideas
de Página Siete. Fue subalcalde del Macrodistrito Sur de la ciudad de La Paz
y delegado del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz para la “Metropolización”.
Actualmente reside en Sevilla, España.
arqui.urqui@gmail.com
2. Las Cosas Claras, año 4, No. 85, marzo de 2017, periódico semanal del
Gobierno Autónomo Municipal de La Paz.
3. En la actualidad, las tres conurbaciones
reúnen más de la mitad de la población del país.
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