REFUGIO EN SEPIA
Chaly Urquizo
Málaga, jueves 24 de
marzo de 2022.
La parada de autobuses es el refugio perfecto para
guarecerse de la lluvia que empieza a caer sobre Málaga. Con su vieja patineta
bajo el brazo, llega Ibrahim y un minuto después, con su mochila a la espalda, Orynko,
que exclama sorprendida:
—¡Pero ¡qué es esto, está lloviendo barro! —
Ibrahim extiende la mano y ambos contemplan el agua de
lluvia que discurre por su piel dejando hilos de color anaranjado y sepia. El
muchacho responde mirando a Orynko, a quien acaba de conocer:
— ¡Sí, es verdad, llueve barro!... En mi país, a veces viene
una tormenta de polvo del desierto que lo cubre todo, pero nunca la vi con
barro —
A la mirada incrédula de Orynko, Ibrahim añade: — Te digo la
verdad. Se llama calima. Me dijeron que a veces llega hasta aquí volando sobre
el mar Mediterráneo. Pero ahora parece que se está mezclando con la lluvia —
Orynko replica: —En mi país llueve agua cristalina y en
invierno nieva mucho, con nieve blanca ¡Como debe ser…! — y pregunta con
curiosidad:
—Oye, dijiste “en mi país” ¿De dónde vienes? —
Un halo de tristeza ensombrece los oscuros ojos de Ibrahim
que responde:
—De Siria. Vivía en una ciudad que se llama Alepo, pero
ahora está destruida, en ruinas… ¡Era muy linda! —
Orynko baja la mirada de sus ojos claros y dice:
—Mariúpol… Así se llama la ciudad de dónde vengo y también era
muy linda. Para mí, la más linda de Ucrania, hasta que empezaron a llover
bombas y quedó en ruinas —
Las miradas nostálgicas de ambos adolescentes contemplan las
nubes que pasan de un intenso amarillo luminoso a naranja y luego a rojo
encendido, dejando la ciudad como
un cuadro expresionista. Cuando la lluvia empieza a escampar, va dejando a la vista un panorama inquietante, melancólico
y casi ajeno a este mundo: Las aceras, los árboles, las fachadas, las ventanas,
los vehículos, las luces del semáforo, la ropa, los cabellos de los
transeúntes, el aire y todo lo que los rodea, está teñido de un tono sepia acentuado
por la intensa luz roja del cielo.
Ella recoge su larga cabellera rubia en una cola y mientras
señala en dirección al Parque del Oeste, rompe el silencio:
—Me llamo Orynko y voy por el parque —
—Yo soy Ibrahim y también voy por allí. Hablas bien el
español ¿en Ucrania lo hablan? — pregunta el muchacho, a tiempo de levantar su
patinete.
—Hablamos ruso y ucraniano. El español lo aprendí en la
escuela, en Mariúpol, con una profesora malagueña. Hace seis meses vivimos en
su casa, con mi madre y mi hermanita… ¿En Alepo hablan español? —
—Hablamos árabe. El español lo aprendí aquí, en Málaga,
donde vivo con mi madre hace año y medio —
Tal como acordaron, el sábado se encuentran en el parque y el
siguiente fin de semana ya son un pequeño grupo de adolescentes ucranianos,
sirios y andaluces que empiezan a conocerse unos a otros entre juegos,
conversaciones e historias de sus vidas.
Mientras la amistad se va tejiendo, aprenden que son muchas
las cosas que los unen, muchas más de las que los diferencian. Y un día, Orynko
e Ibrahim, descubren que las bombas que destruyen Alepo y Mariúpol tienen el mismo
origen.